Bush: entre la fe y la bravuconeri­a

Sin duda, uno de los atributos agonizantes de nuestra era posterior al 11-S es la necesidad permanente de reafirmar realidades que han sido demostradas una y otra vez, y negadas con la misma obstinación por quienes ocupan el poder oficiel

ERNESTO EKAIZER 10 Nov. 2007

 

La tarde del pasado 26 de septiembre, los editores de la prestigiosa revista The New York Review of Books se pusieron en contacto con EL PAÍS. Querí­an autorización para publicar un documento que el periódico habí­a entregado ese mismo dí­a a sus lectores: la transcripción de la conversación mantenida por el entonces presidente del Gobierno español José Marí­a Aznar y el presidente estadounidense, George W. Bush, en el rancho de Crawford el 22 de febrero de 2003.

Su petición era más concreta: ¿era posible que se le facilitara la versión original en inglés? La respuesta fue ésta: la versión publicada era la transcripción original realizada por uno de los participantes en la reunión, el entonces embajador de España en Washington, Javier Rupérez, quien fue el encargado de tomar las notas y redactar el acta. Los editores estadounidenses necesitaban debatir si seguir adelante. El argumento: no es usual que una publicación norteamericana transcriba palabras del presidente de Estados Unidos traduciéndolas del español al inglés. Uno de los especialistas con los que cuenta la revista, el periodista Mark Danner, que trabajó anteriormente para The New Yorker, consideró que la conversación de Crawford era un documento de importancia equivalente al célebre Downing Street Memo, una transcripción en la que el primer ministro británico Tony Blair y sus colaboradores estiman, el 23 de julio de 2002, que Bush considera la guerra como inevitable y que “la información de los servicios secretos y los datos giraban en torno a la polí­tica”. Los editores llegaron finalmente a una conclusión: se harí­a la traducción del español al inglés del texto í­ntegro por un equipo de especialistas en ambos idiomas y se publicarí­a junto con un texto del citado periodista. “Es la primera vez que hacemos esto. No hay precedentes de poner las palabras en inglés del presidente norteamericano traducidas del español. La veracidad del texto y el hecho de que no ha sido cuestionado por la Casa Blanca nos han convencido”, dijo uno de los editores. En su edición del 8 de noviembre, The New York Review of Books publica el largo ensayo de Danner junto con la versión completa en inglés de la entrevista de Crawford. Danner califica a Bush como un “gánster de pelí­cula” en algunos pasajes del diálogo con Aznar.

MARK DANNER 10 Nov. 2007

“Lo único que me preocupade ti es tu optimismo.”

-El presidente español José Marí­a Aznar al presidente Bush, extraí­do de la transcripción de Crawford, 22 de febrero de 2003.

Sin duda, uno de los atributos agonizantes de nuestra era posterior al 11-S es la necesidad permanente de reafirmar realidades que han sido demostradas una y otra vez, y negadas con la misma obstinación por quienes ocupan el poder, obligándonos a vivir atrapados entre dos narraciones de la historia actual, una de las cuales cobra vida, color y vigor a medida que se dan a conocer más datos, mientras la otra se vuelve cada vez más nimia, más precaria y más disecada, apenas sostenida por la respiración asistida del poder oficial. En el centro de nuestra vida nacional se halla la narración maestra de esta polí­tica bifurcada: la guerra en Irak, librada para suprimir la amenaza de armas de destrucción masiva que resultaron no existir, llevada a una rápida y gloriosa conclusión en la soleada cubierta de un portaviones cuya celebración de la victoria se convirtió casi instantáneamente en una vergüenza nacional. Eso fue hace cuatro años y medio; el final de la guerra y, de hecho, su inicio, definido con tanta claridad por ese único instante tembloroso, se disolvieron hace mucho en la historia en disputa. La última entrada en esa historia aparecí­a el 26 de septiembre, cuando el diario español EL PAÍS publicó una transcripción de una conversación mantenida el 22 de febrero de 2003 – casi un mes antes del estallido de la guerra – entre el presidente Bush y José Marí­a Aznar, por aquel entonces presidente español. Aunque los lí­deres se reunieron en el rancho de Bush en Crawford, Texas, algunos bautizaron rápidamente la transcripción como Memorando de Downing Street II y, de hecho, el documento comparte algunos temas con ese primordial memorando británico, principalmente en su clara demostración del abismo entre lo que declaraban en público el presidente Bush y los miembros de su Administración durante el periodo previo a la guerra y lo que decí­an, y hací­an, en entornos más privados. Aunque Hans Blix, el inspector jefe de la ONU cuyos equipos peinaban entonces Irak en busca de las esquivas armas, todaví­a no habí­a entregado su informe – dos semanas después, comunicarí­a al Consejo de Seguridad que se necesitarí­an no “años ni semanas, sino meses” para completar “las esenciales tareas de desarme restantes”-, el presidente se muestra impaciente, incluso ansioso, por ir a la guerra. “Esto es como la tortura china del agua”, dice de las inspecciones. “Tenemos que poner fin a ello”. Incluso al comentar la principal preocupación de Aznar, la necesidad vital de dar legitimidad internacional a la guerra obteniendo una segunda resolución de la ONU que justificara el uso de la fuerza – una resolución que, trágicamente, nunca se consiguió -, apenas se finge que la invasión de Irak no sea ya una certeza. “Si alguien veta”, dice el presidente a Aznar, “nosotros iremos. Sadam Husein no se está desarmando. Le tenemos que coger ahora mismo. Hemos mostrado un grado increí­ble de paciencia hasta ahora. Quedan dos semanas. En dos semanas estaremos militarmente listos… Estaremos en Bagdad a finales de marzo”. El calendario ya habí­a sido decidido, no por los inspectores y lo que pudieran encontrar o no, ni por los diplomáticos y lo que pudieran negociar o no, sino por el despliegue y la preparación de aviones de combate, soldados y tanques. ¿Cuándo se convirtió la guerra en una certeza? Los matices de las actitudes del presidente son imposibles de trazar, aunque ya el mes de julio de 2002, el jefe del espionaje británico, Sir Richard Dearlove, en sus famosas consultas en Washington, habí­a detectado “un cambio perceptible de actitud”. En el pasaje más famoso del memorando de Downing Street se citaba a Dearlove informando al Gabinete británico: “La acción militar se veí­a ya como algo inevitable. Bush querí­a derrocar a Sadam mediante una intervención militar, justificada por la conjunción de terrorismo y armas de destrucción masiva. Pero la información de los servicios secretos y los datos giraban en torno a la polí­tica. El Consejo de Seguridad Nacional no tení­a paciencia con la ruta de la ONU…”. El drama de Crawford Precisamente sobre este punto – la necesidad de los europeos de contar con una resolución de la ONU que justifique la fuerza y, por lo tanto, una guerra legal o al menos internacionalmente legí­tima, y la profunda ambivalencia entre los altos cargos de la Administración de Bush respecto a seguir “la ruta de la ONU”- gira gran parte del drama de la transcripción de Crawford, convirtiéndola en una especie de obra breve que enfrenta a los europeos, sinuosos, sutiles, sofisticados y preocupados por la gran oposición en Europa, y en España en particular, a una guerra por gusto con Irak encabezada por Estados Unidos (“Necesitamos que nos ayudéis con nuestra opinión pública”, le dice Aznar a Bush), contra el vaquero estadounidense bravucón, impaciente y de gatillo rápido. Bush quiere decretar la segunda resolución el lunes. Aznar dice: “Mejor el martes”. Bush replica: “Podrí­a ser el lunes por la tarde, teniendo en cuenta la diferencia horaria”. Ante la queja de Bush de que el proceso de la ONU era como “la tortura china del agua”, Aznar manifiesta una comprensión tranquilizadora y el ruego de que se tomen un respiro:

Aznar: “Estoy de acuerdo, pero serí­a bueno contar con el máximo número de gente posible. Ten un poco de paciencia”. Bush: “Mi paciencia está agotada. No pienso ir más allá de la mitad de marzo”. Aznar: “No te pido que tengas una paciencia infinita. Simplemente que hagas lo posible para que todo cuadre”.

Aznar, un idealista católico de derechas que cree en los argumentos sobre derechos humanos para derrocar a Sadam Husein, se encuentra en la cuerda floja polí­tica: más de nueve de cada 10 españoles se oponen a ir a la guerra, y millones de personas acababan de recorrer las calles de Madrid en airada oposición; le preocupa intensamente obtener una resolución de la ONU que convierta la guerra en una campaña autorizada internacionalmente y no una mera “agresión” dirigida por EE UU. Bush responde a su petición de diplomacia con una letaní­a bastante sorprendente de amenazas dirigidas a los entonces miembros temporales del Consejo de Seguridad. “Paí­ses como México, Chile, Angola y Camerún deben saber”, declara, “que lo que está en juego es la seguridad de Estados Unidos y actuar con un sentido de amistad hacia nosotros”. Por si Aznar no lo entiende, describe al español lo que sufrirá cada nación si no reconoce “lo que está en juego” : “[El presidente chileno Ricardo] Lagos debe saber que el Acuerdo de Libre Comercio con Chile está pendiente de una confirmación del Senado, y que una actitud negativa en este tema podrí­a poner en peligro esa ratificación. Angola está recibiendo fondos de la Cuenta del Milenio y también podrí­an quedar comprometidos si no se muestran positivos. Y Putin debe saber que con su actitud está poniendo en peligro las relaciones entre Rusia y EE UU”. Grosero y torpe Lo sorprendente de este pasaje no es sólo lo grosero y torpe que es, con el presidente de Estados Unidos profiriendo amenazas como un gánster de pelí­cula – por lo visto quiere que el español las transmita directamente a los diversos lí­deres -, sino lo ineficaz que resultó la bravata. Ninguno de estos paí­ses modificó su postura respecto a una segunda resolución que, llegado el momento, nunca se presentó al Consejo de Seguridad para lo que habrí­a supuesto una derrota segura. Al proferir las amenazas, Bush hizo lo que un lí­der efectivo siempre debe evitar: dictó una orden que no fue obedecida, poniendo en evidencia los lí­mites de su poder. (La propia guerra en Irak, destinada a “conmocionar y sobrecoger” al mundo, y en especial a los adversarios de EE UU, consiguió más o menos lo mismo). La bravuconada viene acompañada de un fariseí­smo adusto. Aznar pregunta: “¿Es cierto que existe alguna posibilidad de que Sadam Husein se exilie?” (“El mayor éxito”, dice al presidente, “serí­a ganar la partida sin disparar un solo tiro”). Bush responde que sí­: los egipcios aseguran que “Husein estarí­a dispuesto a exiliarse si le dejaran llevarse 1.000 millones de dólares y toda la información que quisiera sobre armas de destrucción masiva”. ¿Y ese exilio, pregunta Aznar, incluirí­a una “garantí­a” (supuestamente contra un proceso judicial o una extradición)? “Ninguna”, asegura Bush. “Es un ladrón, un terrorista, un criminal de guerra. Comparado con Sadam, Milosevic serí­a una Madre Teresa”. Aunque es difí­cil evaluar si Sadam realmente estaba dispuesto a abandonar Irak – a los egipcios, saudí­es y otros que en aquel momento trataban de vender la posibilidad les interesaba que Sadam se marchara y se mantuviera la estructura de poder suní­ -, es inconcebible que fuese a hacerlo sin algún tipo de garantí­a, una posibilidad que Bush excluye. Lo más interesante del pasaje, y en realidad de toda la transcripción, es lo que revela sobre las actitudes y el carácter de Bush. Tan pronto fanfarronea y amenaza, como habla con reverencia y fariseí­smo sobre el “sentido histórico de la responsabilidad” que le guí­a: “Cuando dentro de unos años la Historia nos juzgue, no quiero que la gente se pregunte por qué Bush, Aznar o Blair no hicieron frente a sus responsabilidades. Al final, lo que la gente quiere es gozar de libertad. Hace poco, en Rumania me recordaban el ejemplo de Ceausescu: bastó con que una mujer le llamara mentiroso para que todo el edificio represivo se viniera abajo. Ése es el poder incontenible de la libertad. Estoy convencido de que conseguiré la resolución”. Naturalmente, no la obtuvo. Pese a su sólida convicción, ni Chile, ni Angola ni Rusia se mostraron dispuestos a variar su voto, con o sin amenazas. Existe una diferencia entre estar convencido y tener razón. La convicción de Bush, en éste y en otros temas, no provení­a de un análisis independiente de los hechos – de los intereses y las intenciones de las naciones involucradas -, sino del manantial de la fe. Confundí­a la retórica con la realidad. Aznar, el europeo sofisticado, vierte un comentario irónico al respecto. Es el momento más jamesiano de la obrita de Crawford; casi podemos ver la ceja arqueada:

Aznar: “Lo único que me preocupa de ti es tu optimismo”. Bush: “Soy optimista porque creo que estoy en lo cierto. Estoy en paz conmigo mismo. Nos ha correspondido hacer frente a una seria amenaza para la paz”.

Es preocupante, como comenta Aznar, confiar en el optimismo basado únicamente en la creencia. El español sabe que conseguir la segunda resolución del Consejo de Seguridad y, por lo tanto, una legitimidad internacional esencial para la guerra, será muy difí­cil; en muchos paí­ses, el plan de lanzar una guerra contra Irak, sobre todo antes de que los inspectores de la ONU hayan finalizado su labor, está muy mal visto. La fe no puede reemplazar los hechos, y tampoco puede hacerlo un sentido histórico de misión. Puede que ambas cosas sean reconfortantes en lo personal – está claro que para Bush lo son -, pero no obvian la necesidad de saber. Bush accedió al cargo siendo un hombre que sabí­a poco del mundo, que apenas habí­a salido del paí­s y que no conocí­a nada sobre la práctica de la polí­tica exterior y la diplomacia. Dos años después, tras los ataques del 11-S y su revelación como un autoproclamado “presidente de la guerra”, sólo sabe que esta falta de conocimiento no es un inconveniente y que tal vez sea incluso una ventaja: que no necesita saber cosas para creer que tiene razón y para estar en paz consigo mismo. Bush ha redefinido su debilidad – su falta de conocimiento y experiencia – como su peculiar fortaleza. Cree que tiene razón. Es una cuestión de generaciones, destino y libertad: “Nos ha correspondido hacer frente a una seria amenaza para la paz”. Para Bush, fe, convicción y una sentida idea del destino – y no los hechos o el conocimiento – son las verdaderas necesidades del liderazgo. Así­ que Bush se siente seguro, seguro de que obtendrá la segunda resolución y, por consiguiente, la legitimidad internacional; seguro porque está “desarrollando un paquete de ayuda humanitaria muy fuerte”, porque “hay buenas bases para un futuro mejor” en un “Irak posterior a Sadam”. De hecho, por supuesto, en el mismo momento en que dice todo esto al presidente español en Crawford, Texas, la planificación de posguerra en Washington es un caos, y consiste en poco más que confusión y una salvaje guerra de destrucción recí­proca entre los departamentos de Defensa y Estado. El plan de gobierno en “el Irak posterior a Sadam” no existe, ya que todo debate sobre él se ha visto paralizado por una agria disputa entre dirigentes del Pentágono, el Departamento de Estado y la CIA que el presidente nunca resolverá. La “sociedad civil” iraquí­ que, según dice a Aznar, es “relativamente fuerte”, pronto será diezmada por el saqueo y el caos prolongado que sigue a la entrada de las tropas estadounidenses en Bagdad. La “buena burocracia” de la que presume en Irak pronto quedará destruida por una desbaazificación ordenada por el procónsul estadounidense que, casi con total seguridad, Bush nunca aprobó. El Ejército iraquí­ que, según decide a principios de marzo, será retenido y utilizado para la reconstrucción, en realidad será disuelto imperiosamente, con unas consecuencias catastróficas. Optimismo Si estas desviaciones radicales del plan elegido por el presidente han apagado su optimismo y su fe – o le han llevado a tratar de descubrir qué ocurrió – no hay prueba de ello. Cuando el último biógrafo de Bush, Robert Draper, le preguntó por qué el Ejército iraquí­ no se habí­a mantenido intacto, como el presidente habí­a decidido, Bush respondió: “Sí­, no me acuerdo. Estoy seguro de que dije: ‘Ésta es la polí­tica. ¿Qué ha ocurrido?”. “Ésta es la polí­tica. ¿Qué ha ocurrido?”. Como subtí­tulo para una historia de la guerra en Irak desde luego podrí­a ser peor. El presidente Aznar se ha ido, mortalmente debilitado por su apoyo a la guerra en Irak y la incapacidad para lograr el apoyo de Naciones Unidas a la misma; casi exactamente un año después de que estallara la guerra, los yihadistas atacaron la estación de trenes de Madrid, acabaron con la vida de casi 200 españoles y provocaron la derrota electoral del presidente. Tony Blair, la estrella del Memorando de Downing Street, también se ha marchado, y su popularidad nunca se recuperó de su respaldo incondicional a la guerra. Bush, casi cinco años después de iniciar la guerra, sigue convencido de la victoria, como también lo estaba de que obtendrí­a esa segunda resolución de la ONU. No existe ningún indicio de que su confianza ahora esté más enraizada en la realidad de lo que lo estaba entonces. En lugar de realidad tenemos fe; en sí­ mismo, en la deidad y en “el poder incontenible de la libertad”. Bush es el protagonista de su propia narración de la historia, una historia cada vez más burda y refutada, animada únicamente por la autoridad del poder oficial. George W. Bush sigue estando, nos dicen, “en paz consigo mismo”.


TEXTO DE REFERENCIA: ACTA DE LA CONVERSACIÓN ENTRE GEORGE W. BUSH Y JOSÉ MARÍA AZNAR – CRAWFORD, TEJAS, 22 DE FEBRERO DE 2003 Presidente Bush. Estamos a favor de conseguir una segunda resolución en el Consejo de Seguridad y querrí­amos hacerlo rápidamente. Querrí­amos anunciarla el lunes o el martes [24 o 25 de febrero de 2003]. Presidente Aznar. Mejor el martes, después de la reunión del Consejo de Asuntos Generales de la Unión Europea. Es importante mantener el momentum [impulso] conseguido por la resolución de la cumbre de la Unión Europea [en Bruselas, el lunes 17 de febrero]. Nosotros preferirí­amos esperar hasta el martes. PB. Podrí­a ser el lunes por la tarde, teniendo en cuenta la diferencia horaria. En cualquier caso la próxima semana. Vemos la resolución redactada de manera que no contenga elementos obligatorios, que no mencione el uso de la fuerza, y que constate que Sadam Hussein ha sido incapaz de cumplir sus obligaciones. Ese tipo de resolución puede ser votada por mucha gente. Serí­a algo parecida a la que se obtuvo cuando lo de Kosovo [el 10 de junio de 1999]. PA. ¿Se presentarí­a ante el Consejo de Seguridad antes e independientemente de una declaración paralela? Condoleezza Rice. En realidad no habrí­a declaración paralela. Estamos pensando en una resolución tan simple como sea posible sin muchos detalles de cumplimiento que pudieran servir para que Sadam Hussein los utilizara como etapas y consiguientemente incumplirlas. Estamos hablando con Blix [jefe de los inspectores de la ONU] y otros de su equipo para obtener ideas que pueden servir para introducir la resolución. PB. Sadam Husein no cambiará y seguirá jugando. Ha llegado el momento de deshacerse de él. Es así­. Yo, por mi parte, procuraré a partir de ahora utilizar una retórica lo más sutil posible, mientras buscamos la aprobación de la resolución. Si alguien veta [Rusia, China y Francia poseen junto a EE UU y Reino Unido derecho a veto en el Consejo de Seguridad en su calidad de miembros permanentes], nosotros iremos. Sadam Hussein no se está desarmando. Le tenemos que coger ahora mismo. Hemos mostrado un grado increí­ble de paciencia hasta ahora. Quedan dos semanas. En dos semanas estaremos militarmente listos. Creo que conseguiremos la segunda resolución. En el Consejo de Seguridad tenemos a los tres africanos [Camerún, Angola y Guinea], a los chilenos, a los mexicanos. Hablaré con todos ellos, también con Putin, naturalmente. Estaremos en Bagdad a finales de marzo. Existe un 15% de posibilidades de que en ese momento Sadam Hussein esté muerto o se haya ido. Pero esas posibilidades no existen antes de que hayamos mostrado nuestra resolución. Los egipcios están hablando con Sadam Hussein. Parece que ha indicado que estarí­a dispuesto a exiliarse si le dejaran llevarse 1.000 millones de dólares y toda la información que quisiera sobre armas de destrucción masiva. [Muammar El] Gaddafi le ha dicho a Berlusconi que Sadam Hussein quiere irse. Mubarak nos dice que en esas circunstancias existen muchas posibilidades de que sea asesinado. Nos gustarí­a actuar con el mandato de las Naciones Unidas. Si actuamos militarmente lo haremos con una gran precisión y focalizando mucho nuestros objetivos. Diezmaremos a las tropas leales y el ejército regular rápidamente sabrá de lo que se trata. Hemos hecho llegar un mensaje muy claro a los generales de Sadam Hussein: los trataremos como criminales de guerra. Sabemos que han acumulado una enorme cantidad de dinamita para hacer volar los puentes y otras infraestructuras y hacer saltar por los aires los pozos petrolí­feros. Tenemos previsto ocupar esos pozos muy pronto. También los saudí­es nos ayudarí­an a poner en el mercado el petróleo que fuese necesario. Estamos desarrollando un paquete de ayuda humanitaria muy fuerte. Podemos ganar sin destrucción. Estamos planteando ya el Irak post Sadam, y creo que hay buenas bases para un futuro mejor. Irak tiene una buena burocracia y una sociedad civil relativamente fuerte. Se podrí­a organizar en una federación. Mientras tanto estamos haciendo todo lo posible para atender las necesidades polí­ticas de nuestros amigos y aliados. PA. Es muy importante contar con una resolución. No es lo mismo actuar con ella que sin ella. Serí­a muy conveniente contar en el Consejo de Seguridad con una mayorí­a que apoyara esa resolución. De hecho, es más importante contar con mayorí­a que que alguien emita un veto. Creemos que el contenido de la resolución deberí­a entre otras cosas constatar que Sadam Hussein ha perdido su oportunidad. PB. Sí­, por supuesto. Serí­a mejor eso que hacer una referencia a “los medios necesarios” [se refiere a la resolución tipo de la ONU que autoriza a utilizar “todos los medios necesarios”]. PA. Sadam Husein no ha cooperado, no se ha desarmado, deberí­amos hacer un resumen de sus incumplimientos y lanzar un mensaje más elaborado. Eso permitirí­a por ejemplo que México se moviera [en referencia a cambiar su posición contraria a la segunda resolución, que Aznar pudo conocer de labios del presidente Vicente Fox el viernes 21 de febrero en una escala realizada en Ciudad de México]. PB. La resolución estará hecha a la medida de lo que pueda ayudarte. Me da un poco lo mismo el contenido. PA. Te haremos llegar unos textos. PB. Nosotros no tenemos ningún texto. Solamente un criterio: que Sadam Hussein se desarme. No podemos permitir que Sadam Hussein alargue el tiempo hasta el verano. Al fin y al cabo ya ha tenido cuatro meses en esta última etapa y eso es tiempo más que suficiente para desarmarse. PA. Nos ayudarí­a ese texto para ser capaces de patrocinarlo y ser sus coautores y conseguir que mucha gente lo patrocine. PB. Perfecto. PA. El próximo miércoles [26 de febrero] me veo con Chirac. La resolución ya habrá comenzado a circular. PB. Me parece muy bien. Chirac conoce perfectamente la realidad. Sus servicios de inteligencia se lo han explicado. Los árabes le están transmitiendo a Chirac un mensaje muy claro: Sadam Hussein debe irse. El problema es que Chirac se cree Mister Arab y en realidad les está haciendo la vida imposible. Pero yo no quiero tener ninguna rivalidad con Chirac. Tenemos puntos de vista diferentes, pero yo quisiera que eso fuera todo. Dale los mejores recuerdos de mi parte. ¡De verdad! Cuanto menos rivalidad sienta él que existe entre nosotros será mejor para todos. PA. ¿Cómo se combina la resolución y el informe de los inspectores? Condoleezza Rice. En realidad no habrá informe el 28 de febrero sino que los inspectores presentarán un informe escrito el 1 de marzo, y su comparecencia ante el Consejo de Seguridad no se producirá hasta el 6 o 7 de marzo de 2003. No esperamos gran cosa de ese informe. Como en los anteriores, pondrán una de cal y otra de arena. Tengo la impresión de que Blix será ahora más negativo que lo que antes fue sobre la voluntad de los iraquí­es. Después de la comparecencia de los inspectores en el Consejo debemos prever el voto sobre la resolución una semana después. Los iraquí­es, entre tanto, intentarán explicar que van cumpliendo sus obligaciones. Ni es cierto ni será suficiente, aunque anuncien la destrucción de algunos misiles. PB. Esto es como la tortura china del agua. Tenemos que poner fin a ello. PA. Estoy de acuerdo, pero serí­a bueno contar con el máximo número de gente posible. Ten un poco de paciencia. PB. Mi paciencia está agotada. No pienso ir más allá de la mitad de marzo. PA. No te pido que tengas una paciencia infinita. Simplemente que hagas lo posible para que todo cuadre. PB. Paí­ses como México, Chile, Angola y Camerún deben saber que lo que está en juego es la seguridad de los EE UU y actuar con un sentido de amistad hacia nosotros. [El presidente Ricardo] Lagos debe saber que el Acuerdo de Libre Comercio con Chile está pendiente de confirmación en el Senado y que una actitud negativa en este tema podrí­a poner en peligro esa ratificación. Angola está recibiendo fondos del Millenium Account y también podrí­an quedar comprometidos si no se muestran positivos. Y Putin debe saber que con su actitud está poniendo en peligro las relaciones de Rusia con los Estados Unidos. PA. Tony querrí­a llegar hasta el 14 de marzo. PB. Yo prefiero el 10. Esto es como el juego de policí­a malo y policí­a bueno. A mí­ no me importa ser el policí­a malo y que Blair sea el bueno. PA. ¿Es cierto que existe alguna posibilidad de que Sadam Hussein se exilie? PB. Sí­, existe esa posibilidad. Incluso de que sea asesinado. PA. ¿Exilio con alguna garantí­a? PB. Ninguna garantí­a. Es un ladrón, un terrorista, un criminal de guerra. Comparado con Sadam, Milosevic serí­a una Madre Teresa. Cuando entremos vamos a descubrir muchos más crí­menes y le llevaremos al Tribunal Internacional de Justicia de La Haya. Sadam Hussein cree que ya se ha escapado. Cree que Francia y Alemania han detenido el proceso de sus responsabilidades. Cree también que las manifestaciones de la semana pasada [sábado 15 de febrero] le protegen. Y cree que yo estoy muy debilitado. Pero la gente de su entorno sabe que las cosas son de otra manera. Saben que su futuro está en el exilio o en un ataúd. Por eso es tan importante mantener la presión sobre él. Gaddafi nos dice indirectamente que eso es lo único que puede acabar con él. La única estrategia de Sadam Hussein es la de retrasar, retrasar y retrasar. PA. En realidad el mayor éxito serí­a ganar la partida sin disparar un solo tiro y entrando en Bagdad. PB. Para mí­ serí­a la solución perfecta. Yo no quiero la guerra. Sé lo que son las guerras. Sé la destrucción y la muerte que traen consigo. Yo soy el que tiene que consolar a las madres y a las viudas de los muertos. Por supuesto, para nosotros esa serí­a la mejor solución. Además, nos ahorrarí­a 50.000 millones de dólares. PA. Necesitamos que nos ayudéis con nuestra opinión pública. PB. Haremos todo lo que podamos. El miércoles voy a hablar sobre la situación en el Oriente Medio, proponiendo un nuevo esquema de paz que conoces y sobre las armas de destrucción masiva, de los beneficios de una sociedad libre, y situaré la historia de Irak en un contexto más amplio. Quizá os sirva. PA. Lo que estamos haciendo es un cambio muy profundo para España y para los españoles. Estamos cambiando la polí­tica que el paí­s habí­a seguido en los últimos 200 años. PB. A mí­ me guí­a un sentido histórico de la responsabilidad igual que a ti. Cuando dentro de unos años la Historia nos juzgue no quiero que la gente se pregunte por qué Bush, o Aznar, o Blair no hicieron frente a sus responsabilidades. Al final, lo que la gente quiere es gozar de libertad. Hace poco, en Rumania me recordaban el ejemplo de Ceausescu: bastó con que una mujer le llamara mentiroso para que todo el edificio represivo se viniera abajo. Es el poder incontenible de la libertad. Estoy convencido de que conseguiré la resolución. PA. Mejor que mejor. PB. Yo tomé la decisión de ir al Consejo de Seguridad. A pesar de las divergencias en mi Administración, les dije a mi gente que tení­amos que trabajar con nuestros amigos. Será estupendo contar con una segunda resolución. PA. Lo único que me preocupa de ti es tu optimismo. PB. Estoy optimista porque creo que estoy en lo cierto. Estoy en paz conmigo mismo. Nos ha correspondido hacer frente a una seria amenaza contra la paz. Me irrita muchí­simo contemplar la insensibilidad de los europeos sobre los sufrimientos que Sadam Hussein inflige a los iraquí­es. Quizá porque es moreno, lejano y musulmán, muchos europeos piensan que todo está bien con él. No olvidaré lo que me dijo una vez Solana: que por qué los americanos pensamos que los europeos son antisemitas e incapaces de hacer frente a sus responsabilidades. Esa actitud defensiva es terrible. Tengo que reconocer que con Kofi Annan tengo unas magní­ficas relaciones. PA. Comparte tus preocupaciones éticas. PB. Cuanto más me atacan los europeos tanto más fuerte soy en los Estados Unidos. PA. Tendrí­amos que hacer compatible tu fortaleza con el aprecio de los europeos.